27 de Febrero

Talca posterior al 27 F. Así se veía cuando ingresé a mi 3er año de Análisis de Sistemas.

4 años del 27 F. Me acuerdo del sonido de la Iglesia cayéndose al lado de mi casa. El polvo que levantó. Con mi hermano recorrimos gran parte del pueblo devastado. Todo ese día sin dormir. Incomunicados totalmente. Noticias vagas que llegaban por radio del desastre en la costa. Ese día la vida de todos los que lo vivimos, cambiaba en 180 grados.

Creo que está demás empezar a cuestionar y criticar el accionar de las autoridades de ese momento, en especial de la que nuevamente será la jefe de Estado y quien mas rápido debió actuar ese día y no lo hizo. No vale la pena porque la memoria del chileno, quien se acostumbró a la vida fácil y a promesas vagas, la volvieron a poner a cargo. Donde los mas jóvenes que apoyaban a candidatos «alternativos» ni se levantaron a votar. Solo basta recordar ese día como algo que remeció en parte la conciencia de muchos, que se sentían seguros en sus vidas, que pensaban que nada ocurriría. En especial en Villa Alegre, mi pueblo, donde a pesar de que la falta de oportunidades, se respira esa paz que solo un pueblo así (donde la mayoría nos conocemos) te puede proporcionar. Por suerte ese día no murió nadie aunque gran parte del patrimonio arquitectónico se desplomó la imagen de la iglesia derrumbada lo dice todo.

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La parroquia un día después del terremoto

Fueron días donde el calor se sentía mas intenso y había cierta cuota de intranquilidad. La Radio Paloma de Talca era la única sintonizable y la información que llegaba no era alentadora. Ya se empezaban a contar muchos muertos en la costa, aun cuando decían las comunicaciones oficiales que no había alerta de Tsunami, dicho por la misma señora Presidenta del país. Todos preocupados por familiares y amigos que en esos momentos estaban lejos de nosotros. Algunos en la misma costa. Volvieron con traumas despues de lo que habían visto y sentido. Algunos aún sienten un temblor y pretenden salir arrancando. No fue fácil digerir todo lo que pasó ese día.

Sin embargo hubieron cosas positivas, aunque en grandes ciudades sin luz ni servicios básicos, empezaban muchos a sacar ese lado B. Turbas de gente empezaron a saquear lo que encontraron, empezando por supermercados, pasando por pequeños locales. Incluso el del vecino de barrio que con esfuerzo levantó su negocio. No contentos con eso, luego empezaron las casas, en especial en los barrios de clase media. Acá no ocurrió nada de eso. Quizás uno que otro robo, pero la gente de Villa Alegre, pueblito rural de esos que desprecian y encuentran pintorescos los citadinos, lo que más hubo fue la colaboración entre vecinos. En mi casa teníamos agua gracias al pozo que hace 10 años mi abuelo excavo. Muchos fueron a buscar agua a mi casa. Nos habíamos proveído de harina (en ese tiempo mi abuelo aún hacía pan) apenas abrieron los negocios. Nada era normal si. Gente abarrotando los dos servicentros en busca de combustible. A pesar de la buena disposición de todos había intranquiladad. ¿Cuánto tardará en llegar la ayuda? ¿La electricidad y el agua potable volverán a funcionar? ¿Qué habrá pasado con los que fueron a la costa a veranear? Los que tenían generadores eran los únicos que nos podía proveer de radio y comunicación. El resto nos aguantabamos con una radio a pilas para poder estar informados de lo que pasaba. Después de muchos años sentimos el verdadero aislamiento. Mal que mal seríamos la última prioridad en ayuda.

La calle artesanos fue la más afectada del pueblo al ser en su mayoría casa de adobe.

Fueron 4 días tensos, aunque la gente lo tomó bien.  Mi familia se unió más, olvidando rencillas. Los vecinos preocupados unos de otros (con excepciones, no todo es perfecto) a tal punto que ninguno de los ‘chicos malos’ del pueblo intentó siquiera robarle un pan a alguien.  El silencio en los alrededores se hacía tedioso. Cuando regresó la luz, empezamos a recargar teléfonos y ver la TV. Los que podían se conectaban a Internet para saber de buena fuente que había pasado en otros lares y la «no reacción» de las autoridades nacionales, las que aun siendo cuestionadas muchas veces, vuelven al poder.  En fin eso queda para otra historia.

Si bien el desastre fue mayúsculo y pese a las críticas, gran parte de lo destruido se ha ido levantando. Ya muchos fuera de la zona (y dentro de ella) han olvidado ese día. Los que lo vivimos, aun tenemos recuerdos. Más aún los que perdieron a un ser querido. La vida continúa pero siempre hay un cambio profundo ante estas situaciones. Nos recuerda lo frágil que somos, que la Naturaleza de este planeta es indiferente (aquí es donde deben saltar los gurúes espiritistas, new age, religiosos etc. que creen que tiene alma) y que fuera de el lo es aun más. Pero también sirve para que el hombre aprenda de su error y mejore lo que ya tiene.  En tiempos pretéritos un terremoto así hubiera llamado a la desolación total.  Gracias a los avances y la estricta norma de construcción imperante en Chile (que no todo cumplen, claro está), es que el desastre no fue mayor. Algo hemos aprendido después de todo.

Nos vemos en el siguiente remezón.

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