Vivencias: mi etapa luchando con la depresión.

Ya hace un año aproximadamente, que culminé una terapia psicológica. El por qué lo menciono ahora, es básicamente, por el hecho de que, en una sociedad como la nuestra, hablar de los trastornos mentales, aún sigue siendo un tema tabú. Porque son enfermedades que no se ven y que muchos, en especial en el caso de la depresión, creen que son “estados de ánimo”. Claro que, con los años, estos temas se han tomado la palestra, por diversos casos que han ocurrido, tanto a personas anónimas como a famosos (el caso de Robin Williams, quien terminó con su vida, precisamente por un hecho así), pero, a pesar de la apertura que existe, las enfermedades de la mente, aún son tratadas como algo baladí, que no merece atención.

Nunca es fácil para alguien aceptar que está enfermo. Soy una persona que llevaba años cargando con muchos episodios de crisis depresivas, por un montón de causas. Hace un par de años, no pude aguantar más. Una nueva crisis, me hizo repensar el hecho de ver a un profesional del área. El prejuicio siempre está, porque como, mencioné antes, la gente no suele hablar de estos temas y creen que solo es por “llamar la atención”. En parte es lo que la persona con estos males, intentan. Muchas veces esa sensación de soledad, de incomprensión, hacía que hiciera o dijera cosas sin pensar o me encerraba en mi capullo, sin querer salir. Y eso es lo más liviano que pasa, porque cuando se llega al extremo de no encontrar salida, es cuando ocurren las desgracias. Y para peor después se preguntan por qué. Por esa razón, tomé la decisión (azuzado por mi madre), de pedir hora a un psicólogo, justo en el día de mi cumpleaños. Tenía los medios en ese momento así que me lancé a la experiencia.

Debo decir que en el año completo que tuve, pasé momentos dolorosos. Recordé muchas cosas que tenía guardadas en el más recóndito rincón de mi cerebro. Muchas de ellas no superadas, aunque así lo creía. Hasta entonces, no tenía la capacidad de reconocer por qué era así mi personalidad, o al menos no de manera objetiva. Mentiría si digo que no lloré, porque lo hice muchas veces. Antes trataba de hacerme el valiente y la verdad, nunca viví duelos que debía vivir. Trataba de soportar el mundo en mis hombros, como Atlas en el mito griego, pero no soy un titán. Cada sesión, era un paso difícil, pero a la larga, ya empezaba a mejorar. Había tareas que me encargaba hacer, que me costaban mucho, pero hacía el empeño. Fui cerrando etapas y aprendiendo a cerrarlas. Y aprendí que no todo es culpa mía, que el hecho de que fuera una persona, con algunos rasgos distintos al resto, no me hacía ni bueno ni malo.

Cierto es, que esto es algo paulatino. Las experiencias de vida, muchas veces, nos hacen retroceder en lo logrado. Y aprender a quererse no es algo que se logre de la noche a la mañana. A pesar de que ya estoy de alta, aún hay cosas que me son difíciles como enfrentar miedos que tengo. Aprender también que no siempre el malestar de la gente es contra uno. A esto hay que sumarle, que muchas veces, tendrás que posponer cosas y enfrentar pérdidas. Durante ese período perdí dos empleos y estuve mucho tiempo cesante, llegándome incluso a cuestionar, si realmente era bueno en lo que hacía. Una prueba difícil, ya que, de todas formas, no tener trabajo te afecta. Pude muchas veces, tirar todo por la borda. No lo hice porque tenía claro que, si uno quiere sanar o hacer la vida más llevadera, tiene que poner de su parte. No se saca nada con mil terapias si no tienes la intención. Claramente hay cosas en que muchas veces, el querer no es poder, ni lo que deseas, es algo que se tiene que cumplir por solo quererlo, pero en este caso en particular, si uno no pone de su parte, no sirve de nada.

Aún hay cosas que necesito aprender. Hay montones de trabas y obstáculos, que debo saber superar. Tengo que aceptar que no siempre, podré hacer cosas que desearía, sea para mí mismo o por ayudar a otros, sin embargo, lo que logré fue darme un pequeño empujón y salir del agujero emocional en que estaba encerrado. Quién sabe si, de seguir con mi prejuicio infundado, como estaría en estos momentos.

 Y una última reflexión: no teman seguir una terapia psicológica. No hay que hacerse los valientes toda la vida. Muchas cosas no podemos resolverlas por nuestros medios y eso no nos hace débiles. Reconocer que no siempre se puede, es el primer paso para lograr otras cosas. Pero más importante aún, es que estos problemas son más comunes de lo que parecen, por lo que no es bueno prejuzgar las cosas. Todos lo hacemos más que nada, por desconocimiento. Porque es una enfermedad invisible. Uno puede tener un nivel de vida más alto que el resto o verse siempre feliz, pero muchas veces como en la tragedia del payaso triste, esconder una pena no tratada o una ansiedad demasiado grande. Hasta el más valiente, tiene miedo de morir, pero no lo admite. El día en que entendamos que los trastornos del cerebro, que al fin y al cabo controla nuestras emociones, no son cosa del diablo (ni inventados) quizás aprendamos a empatizar mejor. Es lo que nos hace humanos, al fin y al cabo.

P.D: Si realmente desea saber lo que es la depresión, sus causas y todo eso, le comparto el siguiente enlace de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Su material es libre y muy completo.

2 comentarios sobre “Vivencias: mi etapa luchando con la depresión.

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